Hace par días recordé que prefiero evitar situaciones incómodas, bueno, no recordé precisamente eso. Recordé que la última vez que pude evitar una de esas conversaciones que van por mal camino, que no quieres escuchar, rompí lo que se llama buena onda, rompí, también, mi papel de interlocutor y también el monólogo de esta persona. ¿Sabes qué? ¿Qué? Escuché recién, un tipo que te hace reír. Eso no es sorpresa de nada, me dijo esta persona tratando de regresar al hilo de una conversación en la que yo para nada iba a quedar bien parado. Está acá mismo ahora, lo quieres escuchar y le di play al aparato sin darle oportunidad a que se reponga.
Me cuesta hablar de estas cosas, no importa ahora de qué estaba hablando con esa persona. Creo que en todo individuo coexisten dos concepciones del mundo, la que sale de su boca y la que está implícita en sus actos y como no quise poner en riesgo mi consecuencia con esa persona, ni conmigo mismo, mejor dejarlo así.
Escuchamos a Leo Maslíah, una de sus canciones. No sé si funcionó o no lo de poner a Maslíah en la mitad de una conversación intenso-afectiva. No la vi más a esa persona. Lo que hice después de eso fue buscar más de Maslíah. Es uruguayo, y creo que por eso escribió "Carta a un escritor latinoamericano y otros insultos", por el título le tengo ganas al libro, no lo pude conseguir acá. Leo Maslíah le mete mano a lo que puede, ja, el tipo va desde el piano, el jazz, actuación, autor de teatro, de cuentos que en sus conciertos derivan en monólogos, novelas y música, tiene incluso, una ópera. El tiempo es un maní para él, vaya.
Hoy me bajé dos al pito, de una y de eso es lo que va esto. Mentirillas y el lado oculto de la pelvis son dos novelas cortas, de las varias que tiene Maslíah. Qué tengo que decir de ellas y de Maslíah. ¿Escribe como canta o canta como escribe? No sé, pero ambas tienen un ritmo de continuidad eterna que involucra mentir, oraciones con segunda, ambigüedades subidas de tono, gente que está muerta porque la mataron en el capítulo anterior pero que sigue de pie haciendo cagadas y el autor aclaraciones en honor a la verdad.
“Quien no esté de acuerdo con él que deje de leer, o que meta su nariz en los libros de los demás autores, donde los personajes aparecen con distintos nombres, con distintas descripciones y distintas ocupaciones, pero en el fondo son los mismos. Además, ésta no es una novela de ciencia ficción, sino el sagrado testimonio de una vida humana real. Y si ese testimonio resulta ser perfectible y adolece de ciertas inexactitudes, ello se debe a que quien a usted lo entrega, lectora o lector, también es un ser humano que como tal no está dotado de la facultad de no equivocarse.)”
Maslíah es Lidiar con que te mientan en la cara y con una serie de aclaraciones y desmentidas puestas en papel, al final, si se llega al final del texto de este pesado, ja, es uno quien le da un porcentaje de credibilidad al autor. “Aún dentro de la ficción existe la mentira”. Porque a todo esto, Maslíah es un humorista con gran cantidad de "observaciones" que producen la más bestial y primaria explosión de hilaridad. Como un chiste cruel en cada párrafo.
¿Todo divertido? Un poco, sí. Pero con un nada involuntario uso de los absurdos del lenguaje que se te pasan por las orejas casi a diario. No sé si esto sea una crítica al mismo lenguaje. Eso se lo dejo al editor de literario de ediciones flor.
“…es una novela de porquería, llena de palabras groseras y situaciones subidas de tono, sin la menor coherencia argumental. Maslíah se cree gracioso. Bueno, un poco gracioso es, seguro (cuando la vieja esa está de testigo en el juicio la verdad que me dio risa). También es bastante hábil para imaginar situaciones disparatadas.”
Otra de las cosas que están más que claras es la crítica frontal que hace Maslíah y nace de una respuesta a la pregunta común entre lectores y gente que dice escribir todo el día. ¿Un autor debe tener claro sus personajes para que lo que estos digan sea verdad? En lo personal, no quiero responder a eso ¿Una novela está mejor concebida cuando tiene un fin en sí misma y se va librando del yugo que supone que los lectores traten de interpretar lo que el autor "ha querido decir", o lo que piensa? Eso es un ensayo, creo. En la novela o en el cuento dejar lo que uno piensa tiene otro precio.
Apagón.
La oscuridad no me preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia de luz. Pero la ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente. Sin embargo, la indiferencia me preocupa muchísimo. La considera una actitud vergonzosa. Aunque la vergüenza no me preocupa. Antes si, me preocupaba. Pero a mí me da lo mismo el antes y el después; mi vida no es un desarrollo tendiente a nada. Por eso la nada no me quita el sueño. El sueño, en cambio, es algo que sí me interesa. A veces me quedo toda la noche despierto, pensando en eso. No llego a ninguna conclusión, pero las conclusiones me exasperan. Prefiero los puntos de partida. No por las partidas; por los puntos. Siempre trato de acumular puntos. No por los puntos en sí; es por la acumulación. La acumulación entendida por una cosa sola, no como un cúmulo de otras. Los cúmulos, yo, si pudiera, los disgregaría. Las cosas tienen que ir separadas; no juntas. Juntas forman otras cosas, y eso trae complicaciones. Aunque yo a las complicaciones no les tengo miedo. Lo que me asusta es lo simple. Lo simple no se sabe de donde sale; ahí es donde está el misterio. Aunque los misterios, por suerte, no me interesan. Me interesa la suerte. Qué desgracia. Porque la suerte siempre es escasa. Y si dijera que no me preocupa la escasez, mentiría. Pero mentir no me preocupa. A mí me preocupa la verdad. Cuando miento no tengo problema; puedo decir cualquier cosa. Aunque sea verdad, no importa, porque la digo de mentira. Pero cuando hablo con la verdad, tengo que andar con más cuidado. Por las dudas, en esos casos digo lo menos posible. Y después me desdigo, así cubro dos posibilidades. Pero no es que me quiera cubrir. Yo hago todo a la intemperie. Y si no hay luna, mejor. A mí me gusta la oscuridad. La oscuridad no me preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia de luz. Pero la ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente.
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